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¿Qué destinos combinan caminatas fáciles, cultura viva y buena comida? »

Elegir bien es viajar mejor: barrios que invitan a caminar, museos con identidad, mercados donde el paladar guía el mapa y parques para bajar revoluciones entre visita y visita. Este ranking propone cinco rutas que funcionan en cualquier momento del año, con logística simple y planes que encajan en dos o tres días bien armados.

La idea es moverse ligero, comer mejor y dejar margen para el hallazgo casual, porque ahí es donde los lugares muestran su alma.

1. Roma, Italia

Roma se disfruta a paso de barrio: un espresso de pie en Monti, el Foro cuando abre, una hora de mármoles en los Capitolinos y, al salir, el cruce por el puente Sisto rumbo a Trastevere para perderse sin prisa.

Conviene agrupar por zonas, reservar solo dos interiores por día y guardar la última hora de luz para miradores como el Pincio o el Aventino. Entre plato y plato, la cocina romana explica la ciudad tanto como sus ruinas: alcachofas, cacio e pepe y gelato de obrador que pide banco de plaza.

La ciudad rinde más con calzado cómodo, una botella reutilizable para las fuentes y pausas estratégicas en iglesias frescas. Un buen esquema es alternar mañanas de arqueología con tardes de barrios vivos y noches de trattoria, dejando hueco para desvíos por callejones, panaderías y plazas que invitan a quedarse un rato de más.

2. Londres, Reino Unido

Con lluvia o sol tímido, Londres se disfruta por capítulos: galerías gratuitas para empezar, parques que cambian con el cielo y mercados que invitan a picar poco muchas veces. Pensar por barrios simplifica todo: mañana de museo en South Kensington, mediodía en Borough Market y tarde entre librerías y cafés de Marylebone.

Al caer las luces, hay teatro en el West End o música en un pub; capas, calzado cómodo y una tarjeta de transporte recargable bastan para cubrirlo todo.

Alternar interiores y paseos ribereños por South Bank mantiene el ritmo sin carreras, y un rato en Primrose Hill al atardecer regala una panorámica que reconcilia con el clima. Para comer bien sin subir la cuenta, conviene explorar puestos de mercado y gastro pubs de barrio; para compras con calma, librerías y tiendas independientes hacen del paseo parte del botín.

3. Tokio + Kioto, Japón

Tokio vibra entre avenidas futuristas y santuarios que bajan el pulso; Kioto equilibra templos, jardines y callejones con faroles que invitan a caminar lento. La combinación ideal es ligera: mochila mínima, taquillas en estaciones y tren bala para unir mundos en un par de horas.

En Tokio, amanecer en Meiji o Asakusa despeja la mente antes de explorar Daikanyama; en Kioto, Fushimi Inari al alba y un paseo por Pontocho sellan el día con cocina estacional y té que sabe a calma.

La señalización clara y los barrios compactos convierten cada trayecto en parte del viaje, no solo en un traslado. Conviene encadenar santuarios y jardines con pausas de té y dulces tradicionales, reservar una cena de izakaya en callejones con faroles y, si sobra tiempo, añadir un onsen urbano para terminar la jornada con el cuerpo ligero.

4. Ciudad de México + Oaxaca, México

La capital mezcla museos de referencia con mercados de sazón y parques arbolados que oxigenan entre salas y cafés; Oaxaca suma centro histórico compacto, talleres, arte popular y mezcales que se beben con ceremonia.

Funciona en bloques: mañana cultural, mediodía de mercado y tarde de plazas y galerías, con una mesa reservada para la noche. Entre antojitos y moles, la sobremesa se vuelve parte del itinerario y baja el ritmo sin perder sabor.

El binomio condensa variedad sin maratones: CDMX ofrece grandes colecciones y barrios caminables; Oaxaca aporta escala humana y artes vivas a cada paso. Para fluir, es útil combinar taxis de app con caminatas, llevar efectivo para mercados, reservar experiencias de mezcal guiadas y dejar una mañana abierta para talleres o escapadas cortas a pueblos cercanos.

5. Seúl + Busan, Corea del Sur

Seúl alterna palacios, hanoks y ríos urbanos perfectos para caminar sin prisa; Busan añade playas urbanas, templos en acantilados y mercados de mar donde almorzar sin protocolo. Con una tarjeta de transporte recargable y el tren rápido, el mapa se encoge y el día cunde. La gracia está en aceptar el vaivén: desayuno callejero, templo para templar, café de diseño para anotar ideas y un mirador con viento suave que ponga el broche con vista y silencio.

Organizar por zonas reduce trasbordos y multiplica pequeñas grandes escenas: un picnic a la orilla del Cheonggyecheon, puestos de tteokbokki con luces de neón, escaleras que llevan a templos con mar de fondo.

Para rematar, un jjimjilbang ayuda a resetear después de caminar, y una cena sencilla en mercado encapsula la jornada en sabores que se recuerdan al volver.

Yuniet Blanco Salas

Yuniet Blanco Salas

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